III centenario Soledad Olivares

lunes, 6 de diciembre de 2010

Limpia e inmaculada de pecados eres, María


Dios te salve María,
Por la luz de la luz transfigurada.
Dios te llena y te guía
Y el fruto de tu vientre en tu mirada.
Dios te salvó, María.
Te llenó de su fuerza complaciente,
como el fuego del sol llena la aurora,
como el agua la fuente.
Maduró con su luz y su ternura
El fruto de tu amor y de tu vientre.

Santa María,
hija del pueblo,
madre paciente,
fiel, generosa,
pobre y rebelde...

Miranos peregrinos, vacilantes,
cultivando este viejo paraíso,
caminando hacia tu cielo lentamente.

No queremos cansarnos de este mundo,
ni buscamos un refugio celeste.
Pero tú no te canses
de mostrarnos la meta, los caminos,
ahora y siempre.


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